miércoles, 4 de abril de 2012

Autoretrato

Utopías, quimeras, ilusiones, llamadlas como queraís, se reduce todo a lo mismo, nacen y mueren dentro de nosotros, van y vienen, se regeneran, evolucionan, decaen y se extinguen. Lo que percibimos no es más que un reflejo del subconsciente, un recuerdo disfrazado.

(El Porque tú perteneces a otro mundo; el Pero yo te pedí que no lo hicieras.)

Devorar una a una palabras escritas sobre papel, saborearlas, no pensar en ellas, dejar que se acumulen en la mente, en el espacio, en la percepción. El significado se deja a la imaginación, al tiempo, al pasado, a la memoria, como reeler un libro despues de años, todo cambia, evoluciona, se distorsiona y vuelve a empezar. 

tienes una tristeza demasiado bien hecha

Mi reflejo en el espejo parece burlarse de mi, se niega a devolverme mi imagen, me ofrece una proyeccion distorsionada, llena de interrogantes que una vez fueron respuesta. Ahora, incertidumbre, intranquilidad, in-todo, in-cualquiercosa, in-nada. Proyecciones de la medula espinal, enferma y recarcomida por el pasado, libre en esencia pero encarcelada en una sociedad que...¿qué? Más preguntas.

no estamos en el mundo pero estamos aquí.

Morir en un instante, en una palabra, en un verso. Resucitar en el pasado irremediablemente, masoquismo en estado puro, una y otra vez nos aferramos a un ideal, hasta que sin darnos cuenta sucede el olvido, los sentimientos no son mas que recuerdos, las emociones sustituidas, ya no queda nada más que cicatrices en un cristal. Aterradoramente cierto, imposiblemente real. Darse cuenta, por un instante, que en este preciso momento es posible. Dejar de huir -por fin- una realidad.

Renacen espectativas de la mano de un día lluvioso que purifica el alma, me dejo acariciar por la lluvia, y siento una gota colarse por dentro del cuello de la chaqueta, llegar a mi piel desprotegida, centimetro a centimetro besa mi espalda, eriza cada rincon de mi cuerpo como una caricia traviesa de un amante temeroso del fuego capaz de despertar,  para acabar muriendo al final de mi espalda evaporandose por el calor que desprende.

Me detengo a mirar fijamente un escaparate sin verlo, una vez más retrato una caricatura en mi reflejo y sin quererlo, todo cobra sentido. El porqué, inecesario, sucede y punto. Sigue lloviendo.


 P.D: los versos en cursiva -generosamente dedicados por otra vida- pertenecen a Davidleo García. Dime qué.