martes, 13 de marzo de 2012

Sensaciones

Esperar al metro en un andén lleno de gente desconocida, pensamiento fugaz -por suerte o por desgracia- ganas de dar un paso más del necesario, cruzar la linea, de repente, ya es tarde, el vagón está delante y las puertas se abren, otra vez será. Corre, corre, corre. Si no aceleras no sobrevives, te atropellan.  No hay tiempo para pensar, huir de sensaciones que pensaba había dejado atrás y de repente vuelven. Malditas canciones del pasado que resucitan demonios enterrados.

Asomarse demasiado a una barandilla y volver a preguntarse si se tendría el coraje de dar un paso más -vuelta a la realidad-,  recordar los dientes de una lamina de metal comiéndome la carne, casi poético, luchar contra la tentación de revivir sensaciones que me había prohibido hace mucho. Un beso de nicotina y todo vuelve a estar bien, la oscuridad se ha ido, mi mente se despeja, vuelvo a recuperar el control.

Un simple corte y a la vez potente desencadenante, todo sigue igual, sin embargo el pánico lo inunda todo. Blackout. Perder el control, todo se oscurece, mi cerebro se apaga, se me olvida respirar, los latidos se disparan desbocados, de repente, me ahogo, no se que está pasando, mi cuerpo no responde, no siento, no padezco, dulce calma dentro del caos que me invade, me gustaría perder el conocimiento, pero una voz de fondo me lo impide.

Sentimiento de culpa y vulnerabilidad, volver a empezar -otra vez-, calma inquieta de madrugada, conversaciones que no deberían existir pero que son inevitables, insomnio. Canciones que erizan los pelos de la nuca como una caricia suave que desencadena sensaciones prohibidas, momentos compartidos a oscuras, secretos que sin quererlo salen a la luz de una tarde cálida de primavera. Punto de inflexión, el deber de huir frente a las ganas de quedarse, como única respuesta una mirada incitante y unos labios entreabiertos que dejan escapar un suspiro, revelando -inexorablemente- el deseo llevado a la máxima expresión.

Nada tiene sentido y al mismo tiempo, todo parece encajar. Dejarse llevar por las normas del deseo animal, instintivo como un mordisco suave en un cuello desprotegido, o respetar la anarquía  impuesta por una sociedad que se rige por unos valores que dan risa. Surrealismo absoluto. La única respuesta, encontrar consuelo en una botella o entregarse como si se fuese la vida en ello, mañana no importa, tal vez ni llegue.

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