lunes, 27 de septiembre de 2010

Sala VIP

Esa dimensión paralela en la que todos perdemos la dignidad por igual: los aeropuertos. No importa la casta a la que pertenezcas, acabarás sentandote en el suelo, encima de una manta de viaje, los mas previsores, y para los que no, el suelo frío y duro es nuestro único consuelo durante largas horas de espera entre origen y destino.

Los aeropuertos siempre me han gustado, de pequeña cuando viajaba con mi madre y especialmente ahora, después de tantos kilómetros en la maleta, siguen conservando esa magia que los hace tan especiales.

Será porque nunca se repiten, siempre tienen historias nuevas que contar, como si se nutriesen del espíritu de sus transeúntes, gente que va y que viene, algunos que volverán otros que no.

Gran parte de mi vida a transcurrido viajando de un sitio a otro, he estado en un sinfín de aeropuertos desde los mas lujosos con los escaparates impolutos e iluminados, a otros más pequeños y calurosos; pero la sensación de dimensión paralela es una constante en la ecuación. Da igual que fuera sea de día o de noche; los campings improvisados sobre maletas, las risas y la exitación del viaje, las lagrimas gracias a las odiosas despedidas; son el pan de cada día tanto en Barajas como en el exotico Dubai.

A mi me gusta viajar sola, desde que hice mi primer viaje transatlántico -a eso de los trece- no he vuelto a viajar acompañada, observando, disfrutando del anonimato entre tanta gente, leyendo, pensando. Si, pensando, los aeropuertos son uno de los pocos sitios que me proporcionan un estado de paz propicio a las reflexiones profundas, no se si será producto de la calma del caos.

El reloj marca las 2.55, estoy acompañadas de un café y de "Francesca", me quedan por asesinar a sangre fria y muy lentamente unas cinco horas -aprox-. Empiezo a notar la falta de nicotina y de sueño, pero satisfacer mi necesidad implicaría abandonar mi privilegiada posición encima de un taburete. Tal vez, y solo tal vez, reflexione sobre algún que otro tema transcendente, aprovechando esta calma regalada sin quererlo...

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